
Con la vuelta al cole me he puesto filosófica con el consumismo que nos acosa por todas partes. Resulta que mis hijos no han estrenado mochila. La mochila de R* es la misma del año pasado y los dos años de guarde, más los 2 años de guarde y 3 de infantil de A* (pero es que esta como nueva y es muy cómoda) y la mochila de A* ya va a por su tercer año (el forro plástico interior está un poco roto así que yo quería cambiarla pero A* me dijo que no que a él le gustaba y le iba bien, así que la renovación igual la pediremos a los reyes 😉).
No han estrenado mochila, ni ropa (si aquí queda un mes de verano y manga corta!), ni cajitas para el desayuno chulísimas, ni estuche y en su cole socializan los libros… y a mí me parece genial que no tengan esa dependencia con las cosas, con estrenar, con consumir, para dar valor al momento y a la experiencia.
Yo quiero que mis hijos no sientan esa necesidad de definirse por las cosas que poseen. Que para ellos una mochila solo signifique las horas de ir al cole, que unas deportivas solo signifiquen muchas carreras por hacer y que nunca hagan distinciones entre compañeros por quien lleva la ropa más guay (adolescencia ya te temo!). Así que debo empezar por refrenar mis impulsos consumistas y enseñarles a valorar lo que ya tenemos y cuidarlo para que nos dure mucho.
Pero también debo confesar que la consumidora que hay en mí se ha fijado en todas las mochilas guais y las zapatillas blanquísimas que se agolpaban en la puerta del cole… Por suerte mis hijos son mi esperanza! Y espero que nuestro futuro como sociedad no dependa de estar consumiendo constantemente.
Os dejo foto de las mochilas viejunas que los acompañan para dar fe que no estan en mal estado.
Y nos animo a todos a repensar si de verdad necesitamos eso que queremos comprar.
P.S.: Si digo que necesito unos pantalones de rayitas monísimos que he visto porque no tengo ni un pantalón en el armario no cuela, ¿verdad?