Hay momentos en los que sencillamente el mundo se te hace un mundo.
Soy optimista por naturaleza. De risa fácil y disfrutona. Las pequeñas cosas me regalan momentos únicos y sé encontrarle maravillas a las rutinas de mi día a día. Pero a veces, no. A veces y sin saber porqué todo cuesta el triple y me invade el desánimo.
Me siento cansada y la apatía me trae temores, dudas, enfados.
Quizá solo sea cansancio o quizá el influjo de la primavera y su astenia pero siento que no puedo con el peso. El peso, ¡qué palabra! como si la vida fuera algo que te cae encima.
El día a día, el trabajo, la casa, los niños, el gimnasio (y no digo nada del blog porque ya veis que lo tengo completamente abandonado) normalmente son cosas que disfruto, corriendo, haciendo, maquinando, siempre con objetivos y siempre activa.
Ahora siento que lo voy dejando todo para luego y eso me trae más preocupación y más cansancio.
¿Cómo conseguir volver a la carga? ¿Cómo reconquistar el brillo en la mirada?
A mi me pasa un montón! Lo que me funciona es ver lo positivo en TODO. Parece tonto pero no lo es, trato de ver el motivo de por qué todo vale la pena. Por ejemplo, si en un día cansado con los niños, en la noche te dicen te quiero, entonces todo el día valió la pena.
Si es un post del blog alguien me pone un comentario, entonces valió la pena. Si cociné a pesar de estar muy cansada y el niño me dice » está delicioso», entonces ha valido la pena… y así con todo. Es la manera que yo tengo de no sentirme cansada de la rutina diaria.
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