¡A* ha cumplido 8 años!
8 años lo convierten ya en todo un hombrecito y tiene su carácter, sus sueños, sus miedos y sus manías.
8 años ya como madre y no puedo estar más contenta, aunque me queje, aunque no duerma, aunque estén todo el día peleándose como hermanos y aunque necesite reconducir muchas cosas, no me imagino la vida de otra manera y no lo cambiaría por nada del mundo.
Reconozco que 8 años antes vivía muy tranquila pero también muy aburrida y quería esa dosis de locura increíble que te aportan los hijos. Las ansias infinitas por descubrirlo todo, las ganas de correr, saltar, bailar (nunca he bailado tanto como ahora y eso que no piso una pista de baile). Y los abrazos, los besos, las cosquillas, las manos que se entrelazan entre las tuyas y esas miradas profundas.
Y ahora que hemos celebrado el cumpleaños familiar, no familiar, de amigos, conocidos y solo nos queda por delante una barbacoa de 70 personas (habéis leído bien… ¡70! ¿Cómo hemos llegado a esto?), debo decir que la felicidad sí era esto.